En esta sexperiencia, Héctor y Catalina se ofrecen un servicio completo de placer mutuo. Anal, vaginal, oral, masajes, masturbación…
Anotaciones principales
- Las sexperiencias son conductas imitables.
- Imitar una sexperiencia no garantiza el placer, porque cada persona es diferente.
- Recuerda que lo principal es divertirse.
- Comunicarte con tu propio ser y tu(s) pareja(s) es esencial para el placer.
- Ten siempre a mano lubricante y protégete.
¿Qué puedes encontrar en esta sexperiencia?
Servicio completo
Catalina deja que Héctor le quite la camisa. Después, se quita la suya y se desabrocha el pantalón. Poco a poco, se desnuda frente a ella y deja que observe su cuerpo.
Ella, excitada por la desnudez de él, acaricia su torso y se estremece al contacto. Se miran a los ojos y Catalina traga saliva. Después, lo empuja levemente hacia la pared para que quede sentado a los pies de la cama. Al agacharse hacia sus genitales, se encuentra con su pene ligeramente erecto y expectante.
Héctor se ofrece a que ella sea la que se deje hacer, porque eso es precisamente lo que más placer le produce a él. Pero Catalina prefiere comer a ser comida. Dicho esto, lame su miembro de la punta a la base en dirección al ombligo. Ante el contacto, la erección se endurece y acoge el pene con la boca para notar su sabor. Héctor se ha duchado con agua fría y jabón antes de venir a la habitación. A Catalina tampoco le habría molestado un sabor más fuerte. Sin embargo, le agrada pensar que se ha preparado para ella.
Acaricia sus piernas, ingles y testículos mientras lame y deja que la saliva le llene la boca. Héctor gime y el espasmo se refleja en su pene. Lo acaricia haciendo círculos con la lengua mientras lo absorbe con el resto de la boca.
Catalina se siente tan húmeda que le coloca un preservativo, se levanta y sienta dándole la espalda. Restriega su pene contra su vulva, lo acoge entre los muslos y roza su glande con mi dicklit en un baile lento.
Héctor, incapaz de dejarse hacer sin dar nada a cambio, acaricia su espalda y le provoca un ronroneo gutural. Pasa sus manos calientes por sus hombros, cuello y esternón. Acaricia sus pechos en un abrazo sensual mientras su vagina amenaza con absorber su pene en uno de los movimientos. Pero Catalina no lo quiere así.
Levanta el culo y unta los dedos en su vagina pera usar el flujo como lubricante. Está muy mojada. Quiere esto.
Pasa el flujo por mi ano y se dilata. Sin embargo, su cuerpo y su mente anticipan lo que quiere y no necesita demasiada preparación. Coge el pene de Héctor y lo aguanta recto mientras se sienta en él poco a poco. Con el control absoluto y el masaje de tetas, le es fácil. Héctor, por su parte, aguanta la respiración mientras ella baja poco a poco y lo rodea con su calor.
— ¿Te gusta?
— Sí…
— Sí, ¿qué?
— Sí, Catalina.
Al oír su nombre en un tono lascivo su vulva late en respuesta. Catalina apoya sus nalgas en el regazo de Héctor, que la ayuda a moverse con sus brazos. Con lentitud, con suavidad. Cata se mueve de forma serpenteante arriba y abajo. Sin embargo, empieza a apetecerle que la domine, que la mueva él.
Pero nota cómo los muslos de Héctor se tensan y su respiración se hace más pesada y rápida. Catalina reconoce los signos, los gemidos inundan su oído. Acelera el ritmo y, aun a través del preservativo, siente el semen caliente por dentro.
Los espasmos y los gemidos de Héctor le parecen lo más sexy del mundo y se siente satisfecha, en parte, con lo que han hecho. Se levanta de su regazo, dispuesta a vestirse, pero él la coge de la mano y la invita a sentarse de nuevo.
— Ahora te toca a ti.
Héctor se quita el preservativo y lo deja a un lado, atado. Coge el cinturón de entre su ropa, en el suelo, y se dispone a crear unas esposas improvisadas. Catalina, dócil, se deja hacer y no deja de mirar con deseo y detalle todo las manos diestras de Héctor.
Con las manos atadas por el frente, la empuja sobre la cama y ata las esposas al cabezal de la cama. El cinturón le aprieta las muñecas pero se siente cómoda.
— De verdad no hace falta —miente Catalina, a lo que Héctor sonríe mientras se arrodilla entre sus piernas y observa su vulva, palpitante, y su dicklit erecto.
Sin miramientos, unta los dedos en su vagina y siente un chispazo de placer. Lo mira a los ojos mientras degustaba su flujo.
— ¿Paro? —se asegura él. Le gusta tentarla.
— No… Sigue.
Ahora sí, Héctor se agacha y lame sus labios mayores. Coge uno, lo absorbe y tira para soltarlo. Lo justo para hacerla chorrear. La excitación de Catalina es tal que siente que estallará en cualquier momento, con el corazón latiéndole con fuerza bajo la garganta y en las orejas.
Cuando Héctor decide dejar de jugar con ella y rodear su dicklit con los labios, el orgasmo es fuerte y Catalina grita, con fuerza. La liberación de la tensión sexual la hace llorar y babear. Héctor la observa y ella abre la boca.
Ante la petición muda, coge un pañuelo de tela que reserva siempre para la ocasión, lo hace una bola y se lo mete en la boca, dejando una punta hacia fuera. Después vuelve a degustarla pliegue a pliegue, hendidura a hendidura. En un momento, levanta las manos y le masajea las tetas mientras le hace una mamada.
Sus genitales palpitan bajo su boca, aún espasmódicos por el orgasmo anterior. Catalina quiere más y lo mira, deseosa. Él la mira a la espera de una señal. La tela de la mordaza improvisada, pegada a su lengua por las babas es asfixiante y placentera a la vez.
Incapaz de hablar, Catalina decide rodear con las piernas sus riñones y acercarlo a ella. Héctor, hábil, capta el mensaje y se sienta sobre sus piernas. Coloca el culo de Catalina en su regazo y una almohada en sus riñones para ayudar a su espalda arqueada.
Se masturba frente a sus genitales, de forma que ella siente sus nudillos rozar sus labios. Se coloca otro preservativo y restriega el glande contra su dicklit, aún hipersensible por el orgasmo anterior. Siente cómo se pone bastante duro contra ella y la penetra con lentitud, solo la punta.
Héctor estira de sus piernas para cerrar sus muslos lo máximo posible. Después, empuja su pene con los dedos dentro de ella. La tiene un poco blanda, pero ella está tan mojada que entra igual. Aun cansado y con dificultades, la mete hasta el fondo sin dejar de sujetar el preservativo.
Ya es posición. Catalina siente su pene blandito dentro de ella y sus dedos alrededor de la entrada. Héctor acaricia los labios menores, la uretra y sujeta su dicklit con el índice y el pulgar para masturbarla. Con suavidad y tanteando su sensibilidad.
Aun a través de la mordaza, el gemido es perfectamente audible y Héctor siente cómo se le moja la mano que sujeta su pene. Catalina aprieta su pene con las paredes de la vagina, con fuerza, y consigue endurecerlo un poco más.
Con ganas, Catalina mueve las caderas. Más fuerte. Más rápido. Siente la urgencia de correrse y él la penetra masturbándose dentro de su vagina. El placer de ella lo arrastra a él y, cuando alcanza el orgasmo, él se masturba un poco más y tiene un orgasmo seco.
Ambos flácidos y satisfechos, ni se limpian ni se mueven. Solo se tumban y Catalina se abraza a su espalda para dormir un rato. Cuando despierten, ya se ducharán y mearán.